El cerebro indoloro
¡Qué dolor de cabeza! Si escuchamos esta expresión sin saber el contexto, casi que es más probable que la entendamos en sentido figurado que literal. Cualquier problema cotidiano es susceptible de recibir la etiqueta de dolor, no de pie o de espalda, sino de cabeza. Quizás sea porque el dolor de cabeza es una de las molestias más frecuentes al largo de la vida, pero ¿sabes qué lo causa? Porque, es que resulta que el órgano más fascinante, el que los gobierna a todos desde ese centro de mando privilegiado que es nuestra cabeza… ¡es incapaz de sentir ni una pizca de dolor! ¿Cómo es posible?
Pues primero tenemos que entender cómo funciona esto de sentir dolor. Nuestro cuerpo interpreta los estímulos dañinos mediante unas terminaciones nerviosas llamadas nociceptores. Por estímulos dañinos me estoy refiriendo a lesiones de tipo mecánico, térmico o químico que pueden producir destrucción de tejido (necrosis) y que, además, superan cierto umbral de intensidad. Si se produce cualquiera de estos casos, los nociceptores envían la señal de alarma al cerebro en décimas de segundo, a través de la médula espinal. Entonces, el cerebro, el alto mando de nuestro cuerpo, es quien decide que notemos dolor. Y, si hace falta, que se pongan en marcha los mecanismos defensivos para hacer frente a esta agresión que está sufriendo nuestro organismo, ya sea fiebre, inflamación…
Podemos encontrar nociceptores en la piel, en las articulaciones y en algunos órganos internos. Pero, curiosamente, en el cerebro no hay ninguno. Así pues, nunca sentiremos dolor en el cerebro, porque es un lugar donde no existen los receptores de esta sensación tan desagradable como necesaria. Aunque, a la vez, todo el dolor que sentimos en cualquier lugar de nuestro cuerpo, lo sentimos a través del cerebro, que es quien procesa las señales de los nociceptores. ¡Qué paradoja!
Es imposible sentir dolor en el cerebro, de acuerdo. Pero, ahora bien, sí lo hacen sus alrededores: las meninges, los tejidos nerviosos, los vasos sanguíneos y músculos del cuello… Porque, a veces, estos tejidos se inflaman o se tensan. Y, aunque de buenas a primeras, cuando te duele la cabeza tengas la sensación de que el cerebro te va a explotar… ¡No sufras, porque eso es altamente improbable! Los dolores de cabeza son causados por problemas con estas estructuras periféricas que comentaba. Por ejemplo: la deshidratación causa dolores de cabeza al irritar los vasos sanguíneos de la cabeza y es una de las razones del famoso dolor que muchos experimentan después de una noche bebiendo. O, también: cualquier dentista puede confirmar que un dolor de cabeza puede ser consecuencia de una ejercitación excesiva de la mandíbula, tal vez al rechinar los dientes mientras dormimos.
Entonces, ¿qué sucede cuando hay problemas en el cerebro, si es incapaz de sentir dolor por sí mismo? Pues, precisamente, todos estos nociceptores cercanos pueden indicarnos que algo está pasando. Los dolores de cabeza prolongados que no responden a los medicamentos, o que son repentinos y extraordinariamente intensos, sí pueden ser signos de un problema cerebral grave, como un tumor, una hemorragia o una infección. Aunque estos problemas causan dolor, no es por la activación de nociceptores en el propio cerebro –porque, insisto, no tiene ninguno-, sino porque el cerebro se hincha y ejerce presión sobre otras estructuras de la cabeza donde sí hay nociceptores.
Más allá de ser una simple curiosidad, esta manera como está configurada la sensación de dolor en nuestra cabeza supone una gran ventaja para los neurocirujanos. Tan solo aplicando anestesia local en las áreas externas que se encuentran de camino hacia el cerebro, pueden realizar una intervención mientras el paciente está despierto y alerta. Y es que, por sorprendente que parezca, estar consciente mientras nos manipulan directamente el cerebro permite que el equipo de neurocirugía tenga información inmediata sobre el resultado de la operación o, sobre todo, de si algo está saliendo mal. Para comprobarlo, hasta es posible que, mientras va operando, el cirujano pida al paciente que realice ciertas tareas, como mover algún miembro del cuerpo o contar hasta diez, para asegurarse así de que todo está yendo por el buen camino. Un paciente incluso llegó a tocar la guitarra durante su operación.
Concebir esta última imagen puede parecer un dolor de cabeza, pero al menos ahora ya sabes que, en este caso, es en sentido figurado. ¡Fíjate qué órgano más altruista es nuestro cerebro que solo puede sentir el dolor ajeno, pero no el propio!