Tu cerebro odia el verano
Sol, piscina, playa, montaña… Desconectar del trabajo y conectar con el entorno. ¿A quién no le gustan unas vacaciones perfectas? ¡Pues a tu cerebro!
Pobrecito, a veces no le tenemos en cuenta para nuestras decisiones diarias. Si pudiera hablar, seguramente nos diría que cogiéramos el estúpido verano y lo tiráramos a la basura (siempre en el contenedor adecuado, siempre reciclando).
El funcionamiento de nuestro cerebro en verano no es igual que en invierno. Aunque algunas investigaciones han relacionado la presencia de luz con la felicidad, ciertas áreas cerebrales cambian en base a la temperatura (muy atada a la presencia de luz en los países cálidos) y por eso debemos cuidarnos muy bien siguiendo las pautas básicas recomendadas en cada época del año.
En los países como el nuestro, donde la temperatura aumenta notablemente en verano, el calor afecta a la actividad cerebral.
¿Pero por qué nuestro cerebro funciona peor con el calor? Los motivos son varios pero uno de ellos reside en que el hipotálamo es la región cerebral encargada, entre otras cosas, de la regulación de la temperatura corporal. En resumen, mantiene el cuerpo a una temperatura estable de 36-37ºC a través de la regulación de la respiración, el sudor y la circulación. Ahora bien, cuando hace mucho calor, el hipotálamo tiene que hacer horas extras para adaptarse a la temperatura exterior. Parece mentira que nosotros nos vayamos de vacaciones y que nuestro cerebro tenga que ponerse a trabajar duro…
Nuestro cerebro es extraordinariamente increíble, pero no mágico. Esto significa que el sobreesfuerzo de trabajo del hipotálamo, que corresponde a un gasto excesivo de energía, provoca que otras funciones cerebrales queden “desatendidas” por falta de combustible.
En resumen, nuestro cerebro funciona bien hasta los 35-40ºC, a partir de esa temperatura podemos notar cambios que afectan a nuestra rutina. Con el calor, el impulso nervioso se ralentiza, lo que nos provoca cansancio y fatiga, no rendimos bien y muchos experimentamos esa sensación de apatía e irritabilidad (e incluso agresividad) y de tener ganas de tumbarnos en el sofá todo el día con cierta somnolencia (¡a mí me pasa!).
Si a esto le sumamos que dormimos bastante peor en verano que en invierno, debido a las altas temperaturas nocturnas, se complican tareas peligrosas como las de conducir o manipular maquinaria pesada. Una temperatura correcta para dormir ronda los 21ºC, por encima de esta nos cuesta conciliar el sueño, aumenta la ansiedad, nos sentiremos más cansados y de mal humor. Si al día siguiente estamos de vacaciones es una cosa, pero si nos tenemos que levantar pronto para ir a trabajar, las cosas cambian.
Además, el verano es una época del año en la que solemos tener más tiempo para nosotros. Exponemos más partes de nuestro cuerpo en espacios públicos y eso provoca un aumento de conductas de riesgo como las que afectan a las personas que sufren de tanorexia o adicción al bronceado. Es una condición en la cual una persona genera una necesidad obsesiva para lograr un tono de piel más oscuro, ya sea tomando el sol al aire libre o en cabinas de rayos UV, con la angustia de pensar que nunca está suficientemente bronceado. El cerebro está cableado para aumentar las probabilidades de que repitamos las actividades placenteras,, pero las adicciones no solo causan estragos en el cerebro sino que en el caso de la tanorexia, puede tener graves consecuencias en la piel de estas personas.
Otra complicación de enseñar nuestro cuerpo en verano se da en personas con un nivel de autoestima baja, aumentando el riesgo de desarrollar un trastorno de conducta alimentaria (TCA) sobre todo entre la población más joven. Aunque estos trastornos son reversibles, no hay que bajar la guardia, por lo que la prevención debe aumentarse en estas épocas del año para poder detectar alguna señal de alerta y pedir ayuda a un especialista.
Y parece que las malas noticias siguen, pues los que padecen migrañas pueden notar como sus síntomas empeoran en verano, debido a las altas temperaturas y también a los contrastes térmicos de los aires acondicionados. Los pacientes afectados de epilepsia deben hidratarse especialmente para evitar que se altere el equilibrio hídrico del cuerpo, ya que esto puede tener efecto en la cantidad de fármacos en sangre.
Aún nos queda mucho verano por delante, pero aunque después de estos dos minutos de lectura te parezca imposible, también hay cosas buenas para nuestro cerebro. Por lo general, en verano, estamos más al aire libre, nos relajamos, comemos menos y mejor, bebemos más agua, somos más sociales, más creativos y usamos menos las redes sociales.
Aun así, no cesemos en proteger nuestro cerebro siguiendo las recomendaciones para que nuestro sistema nervioso no sufra mientras nosotros intentamos relajarnos.