¿Cómo llegué a divulgar la ciencia?
Veinticinco años tardó Nicolás Copérnico en escribir “De revolutionibus orbium coelestium”, una de las obras más revolucionarias de la historia de la ciencia. El astrónomo polaco vio por los pelos como sus esfuerzos se hacían realidad: la publicación vio la luz en el mismo año en el que él murió, 1543. Así, Copérnico se perdió el enorme revuelo que causó su planteamiento, según el cual era la Tierra quién daba vueltas al Sol, al contrario de lo que defendían las teorías científicas que existían entonces para justificar los textos bíblicos. Pero Copérnico también se perdió como, con el tiempo, su teoría heliocéntrica se convertía en la más aceptada. Y hasta demostrada. Tardó en suceder, pero al final, los cálculos, las observaciones, los estudios y, en definitiva, el método científico, terminaron por triunfar.
Pero cinco siglos después, uno de cada cuatro españoles seguía viviendo como si Copérnico jamás hubiera levantado un dedo y todo ese tiempo entre anotaciones se lo hubiera pasado, por ejemplo, de taberna en taberna. La Encuesta de Percepción Social de la Ciencia por la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) destapó en 2015 que el 25% de los españoles ignoraba los veinticinco años de Copérnico escribiendo “De revolutionibus orbium coelestium” y afirmaba que era el sol quién giraba alrededor de la Tierra. O que un número incluso mayor, el 30%, aseguraba que humanos y dinosaurios habían convivido en nuestro planeta, tal como nos demuestran… ¿“Los Picapiedra”? ¿O quizá es “Jurassic Park”? Los estudios y excavaciones separan a unos y otros con la friolera de ¡60 millones de años! Pero cuando descubrí todos estos porcentajes, la distancia entre los españoles y la ciencia me pareció incluso mayor. Increíble.
Yo por entonces, como estudiante de doctorado, me pasaba todo el día entre datos y resultados. Corroborar esta realidad me sentó como una ducha de agua fría… Sensación poco agradable teniendo en cuenta que me encontraba en la fría y húmeda Aachen, una bonita ciudad del estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, cerca de la frontera con Bélgica y Holanda. Allí pasé cuatro meses de mi doctorado. Y también descubrí que, además de convertirme en doctora, quería ser divulgadora. O mis esfuerzos, los de Copérnico y los de tanta gente que ha dedicado su vida a la ciencia, corrían el riesgo de seguir cayendo en saco roto.
Aunque ya había hecho mis pinitos en la divulgación, reconozco que en parte “obligada” por mi jefa, fue entonces cuando decidí tomar un papel mucho más activo. Lo primero que hice fue contactar con una profesora que me había dado clases de comunicación oral en la universidad. Quería más, no solo que me enseñara como hablar perfectamente en público, sino también aprender a explotar los posibles canales para hacer llegar la ciencia. Hice un curso de marca personal y pronto empecé a construir mi propia página y mi blog “Science by Mi”. Pero no solo se trata de crear un espacio y nutrirlo de contenidos, no. Que te lean centenares de personas no es fácil. Hay todo un trabajo de márquetin detrás, todo debe estar lo más correcto posible. En ese sentido, he comprobado que anunciarme a través de LinkedIn es fundamental.
Así que, cuando much@s me preguntáis por qué me dedico a la divulgación, aun cuando mi actual trabajo de lab manager me deja poco tiempo para nada más… Os respondo que veinticinco años tardó Nicolás Copérnico en escribir “De revolutionibus orbium coelestium”, una de las obras más revolucionarias de la historia de la ciencia. Y que el 25% de los españoles lo ignora completamente. Y que, para reducir estos porcentajes y acercar a todo el mundo el trabajo de Copérnico y tantos otros científicos que nos han ayudado a avanzar como especie, merece la pena esforzarse aún más. Lo sé porque es un placer contemplar ese momento en el que alguien se enamora de la ciencia, cuando la comprende, cuando le hace cambiar la visión de lo que le rodea, formularse nuevas preguntas… Por eso mismo, cuantos más divulgadores seamos, mejor. Y como sé que merece la pena, pienso seguir haciéndolo. Tengo por delante una larga tarea y nunca terminará. Pero, como veis, me parece apasionante. ¡Así que espero que me acompañéis en el camino!